19990929

PROGRESISMO

La concepción clásica de la política, aun presente en nuestros días, entiende que las formaciones políticas se pueden situar en tres zonas. En la derecha, donde estarían los conservadores, en el centro donde estarían los moderados y en la izquierda, donde se encontrarían los de izquierda. Pero esta atribución que se hace a la izquierda como progresista estaría bien aclararla, porque el sentido de progresismo es muy amplio.

Y es que tal y como se entienden, actualmente, el progresismo solo se tiene en cuenta una parte muy pequeña de lo que puede significar en un sentido más literal. Por ejemplo se pretende entender como progresismo, en temas tan variados como la ciencia, la educación o la economía, el estar a la última innovación aunque no este contrastado, como si fuera lo más optimo. También se entiende como progresista, el ir a la moda mundial, en los diferentes temas básicos para un país, como si esto se adaptara como “el guante a la mano” a la idiosincrasia de cada país. O también al superar ciertos “tabúes” morales de un antiguo régimen, creyendo que son tabúes del régimen anterior, y no porque son necesarios cuidarlos porque atenten a la dignidad de la persona. Y como no, no puede faltar algo también presente en nuestros días, el cambio por el cambio. Y así, se podría seguir aportando más ideas acerca de este reducido progresismo, que tiene centrado su verdadero motivo de ser.

Una historia que le pasó a un amigo un día que fuimos a un bar, creo que puede servir para explicar esto: Me acerque a la barra del bar. Me dirigí al supuesto camarero, que estaba de espaldas leyendo, y cuando volvió su rostro para atenderme, nos vimos. Era él, mi profesor de Lengua de 1º de carrera –por lo visto el también esperaba al camarero, y vestía como si lo fuera-. ¿Qué hacer? Huir…No. Ya era tarde. La verdad es que era un profesor que dominaba muy bien su materia, pero cuando pase a 2º de carrera me quedo un mal concepto de él, porque iba muy a lo suyo. Cruce unas palabras, en las que mostré interés hacia él. Me pregunto que estudiaba y que tal me iba. Hizo de dependiente para mi pidiéndome dos cañas, y pidió cambio para la maquina de latas de refrescos. Se compró una lata de Coca – Cola, y se marcho con una sonrisa y un adiós. Desde ese momento cambié mi perpeción de él, por este detalle desinteresado que tuvo conmigo. Este amigo cambió su percepción sobre el otro, progreso, supero la idea errónea que tenía de su profesor por falta de trato. Y este creo que es el verdadero motivo para progresar, el afán de mejorar lo que no va bien. Y puede ser una mejor remuneración, por motivos objetivos y justos, o aumentar las subvenciones para la investigación en España, o la falta de consenso, en algunas materias, entre las formaciones políticas. Y esto requiere esfuerzo, para querer dejar los derechos de la mujer a la altura de los del hombre, sin dejarse llevar por un exacerbado feminismo. O para progresar, en lo haga falta, sin atropellar lo que no cambia nunca en su esencia: EL HOMBRE.


¿No es progresista también cuando después de unos años casados y de de convivencia, un matrimonio es capaz de consensuar algún tema familiar sin que discuta la familia entera?

¿O Cuando se cambia el planteamiento en la educación de un hijo que tiene algo que mejorar de su carácter?