19990313

CASTIGO GRÁFICO

Madrid, 29 de mayo de 2003

Señor director:

Quién más quién menos tiene que educar alguna vez en la vida. Seguramente será a sus hijos, o al hermano pequeño, a los sobrinitos, o al hijo del vecino. Y quien no lo haya hecho, ya le tocará.

El caso es que cuando queremos educar en valores humanos, o queremos mitigar una conducta inoportuna, tendemos por naturaleza al enfado. Cosa que no es malo de por si, pero que no siempre resulta lo más eficaz.

Un amigo hace poco me contaba como una madre mando una nota al profesor de su hijo, porque no quería peinarse el niño por las mañanas. El profesor, que ya sabía de que pie cojeaba el hijo ( de pereza), le mando salir de su sitio , y venir a su mesa. Éste cuando lo tenía al lado, preguntó en voz alta a la clase:

- ¿Vosotros creéis que Juan tiene buen aspecto sin peinar?
- Nooo... Un “no” coreado se oyó en clase.
- Bueno, pues vamos a enseñarle a venir peinado a clase.

El profesor, cuando volvió Juan le esperaba con un peine en la mano, y le peino delante de la clase, con buen humor por medio. Volvió a preguntar a la clase y se oyó una ovación por el peinado de Juan.

Creo que el razonar las cosas, el castigar sin algo que le guste al niño o el regañar, sin tomárselo como algo personal, son buenos métodos para la mejora de un niño.

Pero practicar este tipo de “castigos gráficos” en el que en el presente se hace ver de forma clara los motivos de porque hay que hacer las cosas, es muy eficaz.