19990202

COINCIDENCIAS

El otro día quedé con Juan en el cibercafé de nuestro barrio, para tomarnos algo y buscar información en Internet para hacer un trabajo de ciencias. Solemos ir a este cibercafé, no solo porque está cerca de nuestras casas, sino también, porque Gollo, el dueño, antes tenía un bar de esos en los que te ponen unas tapas gigantes y suculentas de calamares, chopitos, chorizo, etc; y como ahora las sigue haciendo en el cibercafé, nunca dudamos en ir. Ya que se trabaja mejor con una caña y unas tapas.

La verdad es que cuando entras en la “cibertasca” (término que solemos utilizar Juan y yo para denominarla, porque tiene más aire de tasca que de otra cosa) te encuentras con un ambiente genuino. Por un lado está los antiguos clientes de Gollo, señores de más de 50 años que se echan sus partiditas de cartas, con su cigarro negro, sus gambas y su caña. Por otro gente joven que va a chatear, consumir, o a lo que sea. Y también, suele haber algún solitario consumidor de café.

Cuando tocas el teclado de cualquiera de los ordenadores se nota la capa de grasaza reglamentaria, que la identifica como tasca de buenas tapas. Por lo demás, es igual a cualquier otro establecimiento de este tipo.

Bueno, total que nos pusimos a tomar unas cañas y una tapa mientras buscábamos información para el trabajo y escuchábamos un CD de Operación Triunfo.

Cuando se nos acabo la primera caña, me levante con los vasos vacíos, para pedir otras dos. Me dirigí al supuesto camarero, que estaba de espaldas leyendo, y cuando volvió su rostro para atenderme, nos vimos. Era él, mi profesor de Lengua de 3º de ESO –por lo visto el también esperaba al camarero, y vestía como si lo fuera-. ¿Qué hacer? Huir…No. Ya era tarde. La verdad es que era un profesor que dominaba muy bien su materia, pero cuando pase a 4º de ESO me quedo un mal concepto de él, porque iba muy a lo suyo. Cruce unas palabras, en las que mostré interés hacia él. Me pregunto que estudiaba y que tal me iba. Hizo de dependiente para mi pidiéndome dos cañas, y pidió cambio para la maquina de latas de refrescos. Se compró una lata de Coca – Cola, y se marcho con una sonrisa y un adiós.

Me acerque con las cañas a donde estaba Juan, que como estaba tan metido en lo suyo, no se había enterado de con quién me había encontrado. De todas formas él no le conocía, ya que no hemos estudiado juntos hasta que hemos empezado la carrera.

Juan y yo somos amigos del barrio de toda la vida. Siempre hemos estado en la misma panda de amigos, y los dos desde de 4º de ESO hemos querido estudiar la carrera de Ciencias del Mar. Y gracias a Dios, este curso, hemos empezado. Últimamente nos vemos sobre todo en clase. Porque el se ha echado novia, y le lleva bastante tiempo. Pero no perdemos viejas costumbres, como tomarnos unas cañas.

Cuando le conté la sorpresa que me había producido, el encontrarme a mi profesor de lengua de 3º de ESO, y en concreto, cuanto le conté lo de que tenía un mal concepto de él, porque iba muy a lo suyo, y que ahora después de este encuentro lo había cambiado para bien, me dijo:

- Mira Fernando, una de las cosa que tengo bien grabadas en mi cabeza es cuando mi abuelo, antes de morir, me explico que la gente cambia. Y que a veces por un concepto muy exigente que nos hacemos de una persona, no nos damos cuenta de que ha cambiado; de que ha mejorado.

Juan de siempre había sido mi consejero en todos mis problemas, ya que le considero mi más íntimo amigo. Y siempre había tenido algo de filósofo de la vida. Pero esta vez se había pasado. Había dicho lo que yo pensaba con las palabras más justas y acertadas que cabía acertar.

Le mostré mi conformidad con lo que había dicho, con unas palabras en plan pedante insoportable, y se rió. Porque sabía exactamente lo que quería decir.

Cuando terminamos, nos despedimos quedando para jugar al tenis al día siguiente.

Curiosamente, al día siguiente, cuando volvía del partido de tenis, me volví a encontrar con mi ex profesor, que siendo sábado había quedado con unos cuantos alumnos para ir a una exposición. Definitivamente me di cuenta que había cambiado mucho este profesor y mi concepto de él, ya que sus alumnos le apreciaban en cantidad.